y consigue escapar, para intranquilidad de Miguel, que deseaba con vehemencia su ajusticiamiento. El hombre de la cara de niño le dijo con una media sonrisa que, en su pueblo, eran menesteres el cagar y el mear. El otro emitió una risa oungruñidoyMiguelasintióconunvagogesto de agradecimiento. El de los ojos diversos era tan inteligente que, en apenas unos instantes, adivinó cómo se llamaba y adivinó que los sábados solían venir a casa