ronroneante; pero a Alana yo podía traerla a esta galería de cuadros como lo hice ayer, una vez más asistir a un teatro de espejo y de cámaras oscuras, de imágenes tensas en la tela frente a esa otra imagen de alegres jeans y blusa roja que después deaplastarelcigarrilloalaentradaibadecuadro en cuadro, deteniendose exactamente a la distancia que su mirada requería, volviendose a mí de tanto en tanto para comentar o comparar. Jamás