las rodeaba. Nos quedamos escuchando, lejos del sueño. Al fin y al cabo para qué dormir si después sería el estruendo de un chaparrón en el techo o el amor lancinante de los gatos, los preludios a las pesadillas, elalbaenqueporfinlascabezasseaplastan en las almohadas y ya nada las invade hasta que el sol trepa a las palmeras y hay que volver a vivir. En la playa, después de nadar largamente mar afuera, nos