no podía sospechar otras razones para esa resistencia salvaje, ese debatirse que lo había obligado a forzarla sin lástima, pero ahora tampoco comprendía bien la entrega, el brusco silencio. Janet lo estaba mirando, una de sus piernas había resbalado lentamentehaciaafuera.Robertempezóaapartarse, a salir de ella, mirandola en los ojos. Comprendió que Janet no lo veía. Ni lágrimas ni aire, el aire había faltado de golpe, desde el fondo