mi victoria...» En el próximo giro del remolino volvieron a cruzarse, y él insistió en mirarla y transmitirle con un leve enarcar de cejas la sinceridad de la truncada escena de amor. Mostrarle que él era ajeno al espionaje de los amigos.Inclusoseapartóunpocodeellosalandary los precedía, serio y lejano, en la tercera vuelta de la noria, para dar testimonio de su melancolía. Pero ya no la vio. Sólo pasaron las amigas arrastrando en silencio