última carta. O desde la última mía. No lo sé. Yo no conservo las cartas que me escriben. Las odio. Mejor dicho, me aterran. Escondidas, cuidadosamente guardadas para no sabemos qué posible reconstrucción histórica, emergen una tardealbuscarunpapelcualquiera.Lasapartamoscon presteza, pero una frase salta a nuestros ojos. A lo mejor se trata sólo de «las cosas como siempre, todo igual, aburrimiento, rutina... », y entonces no hay peligro. Pero