Los ojos eran azules, y la sonrisa, blanquísima, apenas dejaba ver el rojo de los labios, oscurecido por el fulgor nacarado de los dientes. --¡Qué figura! --suspiró la madre. David miraba por encima de su hombro, apoyaba en éllabarbillayaspirabaelperfumedulceyespeso,yal mismo tiempo amargo, que usaba la madre. --Muy guapa --asintió. Seguramente aquella chica, la princesa, usaría un perfume de rosas
JOV:094.10
ASPIRARI - Inspirar. Introducir aire en los pulmones