lejos del estrecho círculo que se había formado en torno al audaz instigador. Uno dijo: «¿Adónde?» Y otro: «Eso es imposible.» Pero a la mayoría les brillaban los ojos. Entre regocijados y nerviosos, se distraían ya de la congoja que lesasaltaraalabandonarelcolegio. --Yo sé cómo y dónde. A las cinco, aquí todos con las bicis --ordenó el cabecilla. David quiso escurrirse. --Yo no sé si