conducirle el movimiento incontenible de su mano. Genoveva no contestó al hijo. Persistía en su silencio, y Julián bebió sin miedo, entregado a la rabiosa libertad de decir todo aquello que pasara por su mente, sin precauciones delicadas, sin eufemismos aprendidos. --¿Porquéacusasatupadre?--preguntóJuliánal chico. El chico no respondió. Ella callaba, pero no escaparía. Había llegado la hora de la pregunta cruel, del acorralamiento, del