El último fin de semana lo pasé en Washington. Todos los cerezos estaban en flor. Paseé a la orilla del Potomac y el aire estaba caliente, y el césped de los jardines, húmedo y tembloroso. Ahora mismo, en cuanto cierre esta carta, mi voluntad dehierroacabaráconlasincertidumbres:mepondré a trabajar. Un beso, Annick. II Los dos callaban. Habían pasado minutos, muchos, media hora, o quizá no llegara a la media