urbana; por eso es un refugio cálido, aunque ahora la lluvia siga batiendo los cristales. El viejo revive aquella sensación de seguridad cuando, en sus desplazamientos clandestinos durante la guerra, el enlace de turno le llevaba a un escondite dondepodíadejarsecaersobreunacamayolvidaren ella la tensa vigilancia de cada minuto. Con ese ánimo se instala en el cómodo sillón que le ofrecen, envueltas las desnudas piernas en una manta que no le hace sentirse