alpino de la Primera Guerra, bien plantado el picudo sombrero de pluma enhiesta. -Ya ve. Tenemos cosas en común, amigo Roncone. El viejo se torna serio. -Pues entonces hagame el favor que no me hizolaotravez:digamecuántovoyadurar.¿Havisto hoy algo nuevo ? -No; la Rusca sigue su marcha, pero usted resiste muy bien. Y sí le contesté: Imposible asegurar nada. Otro, con