le llamara con tanto interés de parte del profesor. Su historia grabada, improvisada con retazos de otra, le había después avergonzado un poco, pero «¡caramba!, aquellas ruedas giraban y giraban, no era cosa de malgastar lacinta».Noobstante,ellosdeseancontinuar,incluso pagando treinta mil liras por sesión, y se disculpan de no dar más a causa de su reducido presupuesto. « ¡ Qué gente más rara! », pensó el viejo cuando le llamó Valerio.