gozar así. Ella sigue reclinada sobre el codo. «La dama etrusca», recuerda el hombre. Pero no sobre un sarcófago. La cama es un océano tranquilo donde se vive la pleamar de los amantes. ¡ Alta libertad de entregarse! Al hombre ya noleencadenalasombradeDunka,nisiquiera-gracias a Hortensia- el dolor de lo perdido en las últimas dentelladas de Rusca. Sereno ante la puerta que pronto traspasará, porque ya sabe vencer al destino.