nos. --No sólo posible, sino harto probable. No me guardes rencor y hazme un último servicio. Los ojos de la Emilia se habían empañado. --Lo que tú digas. --No le cuentes a nadie lo que me has oído decir cuandopenséqueseacababaelmundo.Nolotenía preparado y ahora me siento un poco ridículo. --Y no te falta razón --dijo ella pasando de la ternura al menosprecio. Todavía pendía mi suerte