eclesiásticos ni salas de banderas. Por eso he acudido a Barcelona, ciudad tan europea, sí señor, y tan ¿cómo diría yo?... tan cosmopolitamente provinciana, donde el siempre eficaz Flores me ha sugerido tu nombre, hijo dilecto. Estaúltimaparte,aunquemehayaabstenidode acotarla, iba dirigida a mí, con lo que pasé sin transición, y como tantas veces me ha sucedido en la vida, de agudo espectador a perplejo protagonista. Y consciente