se dice una vez más el viejo, que, en efecto, sufre por no poder invitarla como se merece. Precisamente se han detenido frente a un café de categoría. «¡Adiviné! », piensa Hortensia, feliz con la idea dequeesehombrenopuedaocultarlenada.Estransparente para ella como un chiquillo. Y añade: -Pues convídame, hombre; convídame. ¿ Por qué no ? Toma: este dinero es tan tuyo como si lo