, aunque se hicieran viejos, podían seguir gozando, que a las mujeres no les importan los años; con espatarrarse, ¡ listas!, ¡ y si encima ya no se quedan preñadas...! La verdad es que tienen suerte, las condenadas», piensa el viejo mientras nota,aunquenomuyviolenta,otraacometidadela Rusca. «Pero no somos nadie, con este dios de ahora», se le ocurre ya en la confusa orilla del sueño. «No