La mujer lo agradece. Otros como él no hubieran pensado en eso. Al fin el hombre yace a su lado, los crespos cabellos grises sobre su almohada. Al subirle ella el embozo hasta el mentón sus dedos sienten la aspereza delabarbayretroceden.Ellonota. -Desde que no uso navaja me queda peor. Pero me cortaba; el pulso, ya... «También Tomasso, al final, se cortaba (pero él ya estaba alcohólico