me miraba, me veía a punto y empezaba a reír, señalando con el dedo. ¡ Cómo reía, cuánta vida, cuánta!... Era..., no sé, ¡un matorral ardiendo! Hortensia imagina aquel cuerpo suyo de muchacha, metidoenlabañerarodeadadeespejosmultiplicando la virilidad del tigre, deslumbrador en su potente impaciencia... De pronto nota la tensión del silencio. ¿ En qué tropieza el torrente de las memorias ? ¿ Qué roca han de saltar