recios dedos y, como el viejo persiste, Brunettino empieza a gruñir y el abuelo se da por vencido, sofocando en el pecho una gimiente maldición. Anunziata abrocha el botón en el acto y el niño es instalado en su cuna. El viejo se sienta a sus pies yreanudasucanturreo,comomediosigloatrásjunto a sus corderos. Tonada melancólica, porque le sigue pesando su fracaso ante el botoncito. «De modo que si estuviéramos los dos solos», cavila, «¿me sería imposible
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REANUDAR - Continuar un proceso que se había interrumpido