desgraciados-, aunque tira las hojas porque en Milán las venden en paquetes de fábrica y no es eso. En cambio, en la tienda de la señora Maddalena --¡y qué sabroso rato mirandola y recordando aquel auto verde metálico!- tienen eucalipto de verdad ylerecomiendanparalasflores-¡claroquelas conocen! - un herbolario próximo. «¡Qué señora Maddalena, lo resuelve todo! Y más stacca que nunca... Pero ya no me extraña; no es el blandengue del marido