Texto contextualizado: |
Contempla esa redonda blancura sobre la almohada con el suave color de los morritos y el oscuro mechón en la frente. Violentísimo arrebato de ternura le arranca un sordo suspiro y encamina su mano hacia esa carita. Su dedo la roza y da un respingo reflejo, como si se hubiera quemado, porque, en la memoria carnal del dedo, esa mejilla ha despertado el tacto de una caricia a Dunka. La mano recuerda, y desata una explosión de memorias en el hombre: ¡ Dunka! ¡Aquellos |
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