punteras de sus zapatos, y así llegamos al término de nuestro periplo, siendo aquél una de las puertas, en cuyo pomo un cartoncito redondo rezaba así: NO MOLESTEN. El comisario golpeó la madera con los nudillos y alguien desde dentro preguntó que quiéniba,aloquereplicóelcomisarioqueél,Flores, tras lo cual se abrió la puerta, pese a que el letrerito admonitorio hacía prever que muy otra sería la acogida, y entramos en un salón demasiado