, sortear el gentío, a los tres pasos ya se me había caído todo por el suelo. Volví a la barra pensando seriamente en sentar plaza de camarero, persuadido de que tenía dotes, cuando se me acercó una chica en la que, en mi atolondramiento, nohabíareparadoantes. --¿Tiene usted hora? --me preguntó. Un examen tangencial y discreto me permitió apreciar que se trataba de una mujer atractiva, pese a no llevar maquillaje alguno e