sobre el parque de Genoveva, sobre su piscina, sobre su arrogante voluntad de prolongar, un poco más, el verano. III El muchacho escondió la cabeza en la almohada y lloraba. David y Poli se miraron desconcertados. Luego Polimiróhaciafueraporlaventanaypudocontemplar la desolada planicie que se extendía más allá de la casa, última vivienda del último enclave habitado de la ciudad. Las gallinas picoteaban en busca de un grano perdido en la tierra apisonada