subía a la montaña una vez a la semana... Lambrino, en cambio, era suyo a todas horas. Prodigio del universo, aquel corderillo blanco triscando entre las jaras y las matas perfumadas; aquellos ojos dulces adorantes; aquella tibia suavidad entre los brazos del pastorcillo cuando juntos se dormíanylalanajovenacariciabaeldesnudopecho infantil, trenzándose los dos latidos. Lambrino inolvidable, primera lección de amor en su larga historia de cariños, ahora le revive en la
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DORMIR.1 - (Hacer) Entrar en un estado de reposo y suspensión de la conciencia