que estaba muy lejos de sentir. Me veía arrastrada por aquella marcha que yo misma, tontamente, había creído iniciar y que ahora no me atrevía a interrumpir. Para mí era evidente que aquello había dejado de ser una excursión. Cuando llegamos a los eucaliptos, Bene parecía no advertirquelanochenosenvolvía,queyanoerahora de extender el mantel sobre los terrones del suelo. Pero ella desplegó una vez más todos sus gestos repetidos en las excursiones anteriores.