no había sufrimiento, ni rabia, ni miedo, ni angustia. No había nada. Aquello era lo más cercano a la muerte que yo había conocido en mi vida. Desde aquel día yo te esquivaba y tú, en cambio, iniciabas tímidosintentosdeacercamientoamí.Advertíun amago de antigua ternura en tus ojos, enturbiados ahora por una honda tristeza. Te escuchaba algún comentario sin importancia, dirigido a mí, que parecía no esperar respuesta. Yo guardaba