Recuerdo que al llegar mi turno enfoqué al infinito con aliento contenido, esperando ver pulpos, dragones y enanillos y quién sabe qué vagas ensoñaciones de propina, porque existía entonces la creencia, que posteriores descubrimientos se han encargado de refutar, dequelashembrasdeotrosmundosnoserecataban de mostrar muslo y pechuga, como si las galaxias fueran un perpetuo calendario de bodega, y que sólo alcancé a distinguir una suerte de nalga sucia que era la Luna, como me