de luz, una y otra vez sus ojos rojos. Siempre hacía el amor, a eso del mediodía, Teresa con una diadema de sudor en la frente. De la cocina venía el crepitar de la carne de puerco friendose bajolatapadera,paraquenofueraaresecarseyen Pancho se duplicaba la gula; cogía morosamente y pasaba de una mesa a otra, apenas con el pantalón de la pijama. Se sentaba frente al caldo de médula servido por Teresa