se detuvo el coche. Nos apeamos el comisario, los agentes y yo y anduvimos hasta una puerta de hierro desprovista de todo rótulo, que el comisario abrió, entrando acto seguido, y cuyo umbral traspuse yo ayudado por los puntapiés de los agentes,quieneshabiendoprocedidoasíseretiraron. Nos encontramos el comisario Flores y yo en un pasadizo bajo de techo, iluminado por unos fluorescentes que de éste pendían y a lo largo del cual se alineaban bolsas de basura harto