voy a dar. Tengan la bondad de tomar asiento. Arrimamos sendas sillas a la butaca donde se arrellanaba el anciano y pusimos cara de atención. Cerró don Plutarquete los ojos, unió las yemas de los dedos, respiró profundamente varias veces, echó haciaatráslacabezaynosrefirióloquesigue. --Hace poco más de veinte años conseguí en un instituto de enseñanza media de una ciudad de provincias cuyo nombre ocultaré, piadoso, una adjuntía interina en la cátedra