nos arrojamos el comisario, el chino y yo propinándo capones y codazos para coger los trozos más grandes. Cuando las fuentes hubieron quedado relucientes, el comisario exhaló un hondo suspiro, sacó un puro del bolsillo interior de la americana, lo encendió con parsimonia, aspiró unas bocanadas yprocedióailustrarnosenlossiguientes términos: --Después de la conversación telefónica que sostuve con aquí el travestí --empezó el comisario señalandome a mí y dirigiendose a todos en general