primeras en romperse. Sonaban como huesitos de pájaro. Crrric... crrrrr... crrrrrrrrri... crrr. También las venas saltonas de la enfermera eran nervaduras de hoja a punto de reventar. --No sabe usted lo que pasa aquí... ¡Ah, si yo le contara! Quiseapartarme,peromeapretóelbrazo,susdedos como taladros se aferraron, atenazándome. Arreció el paso y tuve que hacerlo también. Ahora era su capa la que rozaba mi pierna. "Y pensar que las señoras se peleaban