redondas cuyos manteles largos le dan familiaridad y gracia a este patio que, sin ellas, se vería demasiado severo; las voces entran por la puerta principal de Tacuba y sólo se detienen ante la alfombra roja donde se hace el silencio; son mil quinientos invitados.Milquinientoshombresavanzanconelagua hasta la cintura, su fusil recargado en los antebrazos, la luz está cediendo, cada vez se enfría más el agua en torno al cuerpo, habrá que detener la marcha, ordenar que