de los hombres dentro de sus trajes bien cortados, tan distinta a la espalda enflanelada y gruesa que Beto le daba todas las noches, un minuto antes de desplomarse y dejar escapar el primer ronquido, el estertor, el ruido de vapor que echaba:locomotoravencidaqueseasientasobrelosrieles al llegar a la estación. De pronto, Laura vio muchos trenes bajo el puente que estaba cruzando; sí, ella viajaría, seguro viajaría, en Iberia, el