los dedos. Sin embargo, creo que he conseguido una secreta vibración, una rara transparencia. Han venido algunos amigos rusos, Archipenko y Larionov, del tiempo de la guerra, pero no los acompaño a La Rotonde porque me remueve demasiado y como no puedoofrecerlesnadadecomer,niunvodka,sevan pronto. Ven el papel blanco que aguarda sobre mi mesa y se despiden respetuosamente: "No queremos quitarle tiempo, está usted trabajando." Zadkin, en cambio, me