inmóvil ante mí y me dio la impresión de estar escuchando algo que sólo él podía oír. --¿He cambiado mucho? --¡Oh, no! --Claro que he cambiado. Todos cambiamos. Me lo dijo con desprecio y sentí vergüenza. --Ahora,vamosacenar. Ante mi falta de reacción, ordenó como si concediera una gracia suprema. --Puedes empujar mi silla. Miré su espalda tiesa y altanera. Alguien lo había peinado emplastándo el pelo