la máscara de hollín que me cubría, preguntó la Emilia que cuál era la causa de mi pena, a lo que respondí que era el recuerdo del maletín sacrificado lo que me hacía llorar. --Vamos, vamos --dijo ella--, siempre supimos queesedinerononospertenecía. --Es verdad --hube de convenir--, pero es el caso que le había tomado cariño. No añadí, por vergüenza, que en algunos momentos había caído en la debilidad