culpa. Escupidera, felpudo... Seguían varias cuartillas del mismo tenor literal. Volví a doblar la carta y se la pasé al profesor, que la besó como si fuera una reliquia, la metió de nuevo en el sobre y dijo: --Disculpe usted su deficiente sintaxis. Mientras durónuestraunión,cadanochehacíamosunahora de dictado, pero no conseguí que dominara los entresijos de nuestro agilísimo idioma. Pero no es de eso, claro está, de lo que quería hablarle...