el avión se precipitaba en el vacío y parecía que se iba a estrellar contra las montañas, los pasajeros nos desprendíamos el cinturón de seguridad, nos poníamos en pie y gritábamos al unísono: ¡Viva Cristo Rey! Cuando aterrizamos en Ponferrada, elalcaldepronuncióundiscursoquenuncaolvidaré. Yo le escuchaba diciendo a todo que sí, y aproveché su enardecimiento para sustraerle un par de billetes de mil que llevaba en el bolsillo izquierdo del pantalón. Aunque estaba decidido a