, y ha de seguir teniendo, si todavía vive, dos años menos que yo. Era no tanto espigada cuanto raquítica, con un cuerpo de raspa rematado por una cabecita trasquilada por mor del tifus que parecía una pelota. No era limpia. Como nunca tuvomadre,habiendonacidoenmuyextrañascircunstancias, se había identificado en el período formativo con la cerda, de la que modelaba expresiones, actitudes y sonidos. Despedía un olor peculiar que me embriagaba y que