la huerta, que cada vez es menos, porque ya no hay nadie con energías para cultivarla. Y nosotros mismos remendamos nuestras sayas. Este hábito que llevo me lo dieron en Avila el día que profesé. Nunca me lo he cambiado. Ahora parecequeestáempezandoadesmenuzarse,pero, por otra parte, yo también estoy a pique de volver al polvo. Veremos quién puede con quién. --¿Cuántos monjes componen la comunidad? --pregunté. --