por una noche de viaje ni le llegan los gritos de los viandantes que izan sus canastas de ventanilla en ventanilla. En la noche tampoco subió el calor, no necesitó el cojín ni la aceitera y tampoco le chorrearon hilos de sudor negro al segundo maquinista quien durmió muytranquilo,acostumbradoalasmanerasdePancho. Y sin embargo, Pancho, inquieto, lo despertó en varias ocasiones: "Orale que yo a ésta no le sé el modo". Con ésta habrá que botar el ajuar de novia, nada de eso es necesario,