la autoridad". Y él entendió. El, siempre sabio, recio, gallardo, soldado siempre, entendió; sus labios se distendieron en una vaga sonrisa, llena de coraje y de melancolía. Sus ojos se secaron y nos miraron con la mirada tierna del padre quevepartirasuhijohaciaelfrente,hacialagloria o la muerte. Y sin que nadie nos lo dijera, como impulsados por un mismo resorte misterioso, nos pusimos a cantar "Yo tenía un camarada". El Caudillo