Rosaura, quien ahora vivía con nosotros. Y no es que ella se considerara con poder suficiente como para enfrentarse a las fuerzas perversas que palpitaban por nuestra casa. No era ése el motivo que la trajo, sino el miedo de tía Elisa,quiennoteníaadóndeacudirantelanuevaactitud de Bene. Pues la muchacha, después de la marcha de nuestro padre, dejó de lado sus sonrisas y sus canciones. Ahora se movía por la casa sin rumbo fijo, perezosamente,