jamás se rompe. Quise gritar: "¡No, no, deténganse, no se los lleven! ¡No toquen nada!..." De pronto ya no eran muebles sino seres cálidos y vivientes y agradecidos y yo los estaba apuñaleando porelrespaldo.Loscargadoreslosvejabanal empujarlos en esa forma irreverente. Los habían sorprendido de pronto en las posturas más infortunadas y dislocadas; los hacían grotescos, los ofendían, los culimpinaban. Recordé aquel asilo de