perdidos en la noche, donde nadie pudiera socorrerme. Aún no he olvidado aquella vez que caminabas decidido delante de mí, conduciendome a tu juego tenebroso y con el absurdo aliciente de sorprender a un topo en su agujero. Lo que no puedo recordar son las persuasivas palabrasqueutilizaríasparaqueyotesiguieraenla noche por toda la huerta, entre las cenicientas matas de alcachofas que bordeaban el camino. Y fue ya casi en la alambrada cuando te volviste de repente, mirandome con