de plata. Una noche soñó que su madre caminaba por el pasillo rompiendo todas las bombillas con una cuchara inmensa y que cada bombilla era la cabeza del abuelo. Nada había que le doliera tanto como imaginarla desafiándole o insultandole. Llegó a pensar que elmalvadoStoritzlautilizaba,laestabamanejando, pero lo que en realidad ocurría era que ella no había aprendido a comprender al abuelo. Así, mientras Onésima le contaba lo de los cubiertos de plata,